martes, 26 de julio de 2011

La koko, una liga gay.


07:42 A.M.

SANTO DOMINGO. - Ante tantas discriminaciones sufridas y como una manera de estar juntos, un grupo de jugadores gay, bisexuales, transexuales y homosexuales decidió fundar en 1987 la singular Liga de Voleibol Koko.

Cada domingo están como los bolos de la Lotería --”a la vista de todos”-- en una de las canchas abiertas del Centro Olímpico Juan Pablo Duarte.

No le quedaba de otra porque por tener preferencias sexuales diferentes al común de los dominicanos, fueron erradicados de las distintas ligas en que jugaban.

“Eso dio lugar a que nos agrupáramos”, sostiene Lenín Arias, presidente de la entidad.

“No ha sido fácil todo lo que hemos pasado ni nuestra permanencia como liga”, exclama “La Pinky”, como él mismo se hace llamar.

En este deporte han mostrado talento, aunque no han logrado en él tanta fama como la alcanzada como chefs, estilistas, decoradores, escenógrafos, arquitectos y en la danza, entre otras profesiones.

Los inicios
La liga comenzó con diez jugadores y ahora cuenta con 42, pese a las deserciones de miembros que se han ido a residir al extranjero, en algunos casos por razones de estudios y/o para estar en sociedades más abiertas.

Pese a que dentro de un año la Koko celebrará su Boda de Plata, sus integrantes siguen siendo vistos con escarnio y las miradas inquisidoras suelen acompañarles desde que optan por salir de sus casas.

“Todos en esta sociedad tenemos los mismos derechos, pero lamentablemente aquí en República Dominicana no es así”, lamenta “Yuri”, nombre ficticio de un ingeniero en Sistema que prefiere mantenerse en el anonimato por temor a que por su condición de gay pudieran tomar acciones en su contra en la institución pública donde labora.

“El sentimiento de discriminación dirigido a la comunidad GBTH (Gay, Bisexual, Transexuales y Homosexuales) se hace sentir y se expresa en cada escenario de la sociedad, sin importar tu condición social, raza, religión, etcétera”, lamenta “Yuri”, quien decidió romper el hielo que había en el grupo y exponer un problema que durante tanto tiempo le ha estado afectando.

Señala que resulta chocante que ese tipo de mentalidades se mantengan aquí en momentos en que países como Argentina y Estados Unidos permiten matrimonios de personas de un mismo sexo.

”Queremos representar al país”
Nuestro deseo es representar nuestro país en un torneo nacional o internacional, ya que contamos con los recursos humanos o atletas que dominan los fundamentos y técnicas para participar en eventos de alto nivel competitivo”, considera.

“Si logramos viajar no es a la Koko que vamos a representar, es a la República Dominicana”, enfatiza “Yuri”. “Nosotros vamos a ser embajadores del país”.

Pero en el organismo rector del voleibol en el país no piensan igual y prima el criterio de que como equipo pueden viajar a donde quieran, pero no como selección nacional “porque no nos sentimos representados por ellos”.

Como tampoco son aceptados en ningún torneo organizado por las asociaciones, su radio de acción es tan limitado que sólo pueden celebrar partidos entre ellos. Para que conste en acta, la Liga de Voleibol Koko le recuerda a esa confederación que en 1994, cuando el incipiente Proyecto Femenino de Voleibol daba sus primeros pasos, “era con nosotros que se fogueaba porque tenemos el nivel técnico, le salía gratis, las jugadoras estaban comenzando y tenían mucho que aprender”. Declaran que desde entonces mantienen buenas relaciones con Cosiris Rodríguez, Nurys Arias, Priscila Rivera, Milagros Cabral y otras que estuvieron y están en la selección, a quienes, aseguran, les dan buenos consejos.

De hecho, como un homenaje a ellas algunos de los integrantes de la Koko se hacen llamar como ellas. También hay una réplica de “Zenaida Núñez”, en honor a una de las primeras voleibolistas que reforzaron en el viejo continente, y otra “Flor Colón”.

Lamentan que a la gran mayoría, por disposición de la Codovoli, no se le permite la entrada a los pabellones de voleibol del Centro Olímpico y también se le ha intentado echar de la cancha que ocupan desde el 1987 alegadamente por las palabrotas que dicen y, sobre todo, por las supuestas diabluras que hacen cuando terminan de jugar, aprovechando la oscuridad de la noche.

“Eso no es verdad”, responde “Yuri”, “nosotros nos regimos por estatutos que contemplan sanciones hasta para los que digan palabras obscenas o tomen acciones que afecten a compañeros”.

“Cuando queremos jugar ahí nos mandan a sacar y punto”, agrega “La Pinky”.

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